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A Samaná le cayó gas del que Pela.



La hermosa Samaná, un paraíso natural en la República Dominicana, enfrenta una realidad alarmante: la falta de servicios básicos ha convertido la vida de sus habitantes en un desafío diario. Recientemente, el fenómeno del "gas del que pela o gobierno del PRM" ha sido solo una metáfora de una situación mucho más grave, donde la limpieza, el agua y la electricidad brillan por su ausencia.

Las calles de Samaná están cubiertas de basura, creando un ambiente insalubre y poco atractivo para los residentes y turistas. La acumulación de desechos no solo afecta la estética del lugar, sino que también representa un riesgo para la salud pública. Los olores desagradables, la proliferación de insectos y ratas son una constante entre los ciudadanos, quienes se ven obligados a convivir con condiciones inaceptables.

Además, la escasez de agua potable ha llevado a muchas familias a racionar su uso, con la esperanza de poder satisfacer sus necesidades básicas. La falta de agua no solo afecta la higiene personal, sino también la salud de los más vulnerables, como niños y ancianos. Es inaceptable que en pleno siglo XXI, los habitantes de Samaná carezcan de este recurso vital.

La situación se agrava aún más con los constantes apagones, que dificultan la realización de las actividades cotidianas y limitan el desarrollo económico de la región. Los negocios sufren, las familias se ven obligadas a prescindir de la electricidad, y las noches en Samaná interminablemente oscuras reflejan la falta de atención gubernamental.

Lo más preocupante de esta realidad es la indiferencia de las autoridades, que parecen ignorar los reclamos y las necesidades urgentes de la población. La ciudadanía ha alzado su voz, pero hasta ahora no ha encontrado un eco en quienes tienen el deber de velar por su bienestar. La inacción ante esta crisis es un reflejo del abandono institucional y el desdén por un pueblo que merece vivir en condiciones dignas.

Es hora de que las autoridades de Samaná tomen conciencia de la cruda realidad que vive su gente. El pueblo exige respuestas, soluciones y, sobre todo, un compromiso firme para mejorar la calidad de vida de todos los habitantes. Samaná merece ser un lugar limpio, con acceso a agua potable y servicios eléctricos confiables. La situación no puede continuar así; el cambio es necesario, y no podemos quedarnos en silencio frente a esta negligencia.

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