Para entender
científicamente el por qué debemos cuidar el planeta es necesario tomar
en cuenta datos estadísticos y aritméticos que son sumamente
importantes. Por ejemplo, nuestro planeta posee una circunferencia de
40,000 kilómetros y pesa seis mil trillones de toneladas.
Estos
datos dan la sensación de que es infinito e inagotable y eso es un
anacronismo moderno. Otro dato importante es que el planeta esta
compuesto por agua en aproximadamente el 63% y sólo el 37% es
tierra, que es el lugar donde los seres humanos podemos vivir y
reproducirnos.
Hasta este momento las informaciones vertidas no
son preocupantes, sin embargo, analicemos lo siguiente: del 37% de
superficie sólida, sólo es cultivable el 3.5 %. El restante 33.5% está
compuesto por tierra no cultivable y poco accesible tales como los
Himalayas, la Cordillera de Los Andes, el desierto del Sahara, las zonas
rocosas, las zonas invernales como parte de Alaska y de Rusia, así
como los casquetes Polares. También las áreas cultivables que ahora
ocupan las ciudades del mundo y que antes se cultivaban.
Estos
datos evidencian claramente que el planeta tiene una capacidad limitada
para producir los alimentos que necesitamos, pues los alimentos que
obtenemos de los mares, sólo suministran un descendente 18% del volumen
alimenticio a nivel mundial.
Para entender aún más la situación,
hagamos el siguiente ejercicio. Tomemos una manzana y dividámosla en
ocho lonjas, guardemos siete y conservemos una. La cáscara de la
manzana, la parte roja, de la lonja conservada es igual a la capa
vegetal cultivable que posee el planeta. Que esa mínima parte sea la que
sostenga primordialmente al género humano es algo alarmante,
preocupante y muy peligroso para el futuro de la especie humana y
animal. Con el agravante de que esa capa vegetal cultivable sólo tiene
un espesor o profundidad aproximadamente de un metro en términos de
promedio. A partir de esa profundidad la tierra no produce alimentos de
calidad.
El problema es tan recóndito, que sólo basta conocer los
siguientes datos para que nos embargue la preocupación como especie.
Fijaos, de acuerdo a datos obtenidos de UNICEF para el año 2050 seremos
aproximadamente diez mil millones de seres humanos. Esto representa un
55% más de lo que hoy existimos en el planeta. Por lo tanto, ese nuevo
55% de seres humanos que habitaran el planeta, demandaran un 55% más de
alimentos. Lo que significa que tendremos que producir ese superávit en
los alimentos en los mismos 3.5% de tierra cultivable, porque la tierra
no se expande, no se multiplica como lo hacemos nosotros.
En
este punto cabe preguntarnos, ¿qué pasará en el año 2,100? Quizás
muchos se lo encuentren lejos, sin embargo, no es así, porque ya hay
niños que han nacido y que pudieran vivir más de 88 años que es lo que
falta para el 2100.
¿Creen ustedes que seremos capaces de
alimentar a las generaciones venideras? ¿La parte cultivable soportará
esa carga de alimentar esas trece mil millones de bocas? ¿Y qué va a
pasar cuando seamos diviséis mil para el año 2,150? La parte
cultivable, que cada vez se reduce por el desarrollo y ampliación de
las ciudades, ¿podrá seguir alimentándonos?
Entonces, ¿qué
podemos hacer? Es la pregunta que se cae de la mata. Y la respuesta que
también se cae de la mata, es cuidar el planeta.
¿Cómo? Disciplinando nuestro consumo.
Consumiendo,
sólo lo que necesitamos. Consumamos menos en todos los órdenes, muy
especialmente menos energía. Seamos unos abanderados de promover el
ahorro de energía. Recordemos que la materia prima que utilizamos para
fabricar los muebles e inmuebles que necesitamos la extraemos del
planeta. Cada vez que la parte cultivable del planeta produce una
mazorca de maíz, pierde propiedades energéticas, por ello cada vez
necesitamos utilizar más abono para cultivar.
Por esa razón la
clave es disciplinarnos, educarnos y educar fundamentalmente a las
nuevas generaciones para que éstas entiendan que es determinante para la
supervivencia de la especie humana la disciplina en el consumo.
El consumismo esta consumiendo el planeta. Digámosles NO al consumismo devorador.
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