Aunque nunca se pensó que los trasplantes de médula pudieran convertirse en un tratamiento rutinario para el VIH, esta noticia es un jarro de agua fría tanto para los pacientes como para los investigadores y mayores expertos en sida. Muchos de ellos esperaban que este procedimiento fuera un arma potente, no en todos, pero sí en algunos casos.
Steven Deeks, un investigador de sida de la Universidad de California, EE.UU., ha calificado esta noticia, difundida por The New York Times, como “decepcionante e inesperada. Estos dos casos demuestran que el virus puede esconderse profundamente en el cuerpo”.
Los dos hombres de Boston ya tenían VIH cuando desarrollaron linfoma, un cáncer de la sangre. Mientras su médula ósea se debilitaba, ambos mantuvieron su tratamiento antirretroviral pero, tras el trasplante, cuando los médicos comprobaron que no tenían en su sangre señales del virus, dejaron de tomar estos fármacos.