Camilo Rodriguez |
¿Dónde nació y estudió?
Nací en San Cristóbal. Obtuve toda mi educación primaria intermedia y
secundaria en el Politécnico Loyola. Me gradué en 1972 en Electricidad
Industrial (diplomas de Bachiller y de Perito en Electricidad
Industrial), e inmediatamente me inscribí en la UASD, al mismo tiempo
que trabajaba como electricista en el turno de noche en METALDOM. Entré
directo a la facultad de Electromecánica. Fui monitor de cálculo
diferencial, cálculo vectorial y ecuaciones diferenciales desde 1973 y
me enrolé en algunos cursos del Departamento de Física. Estudié ahí
hasta 1975, completando cinco semestres de Ingeniería Electromecánica,
cuando me marché para Leningrado (hoy San Petersburgo, Rusia). Después
del obligatorio año preparatorio aprendiendo la lengua rusa y de
presentar exámenes de reválida por los semestres que cursé en la UASD
ingresé en la Universidad Politécnica de Leningrado, directamente al
segundo año (tercer semestre), en la carrera de Plantas y Subestaciones
en la Facultad de Electromecánica.
¿Por qué seleccionó esa carrera?
Tuve una educación fundamentalmente sólida en el Loyola. Ahí el
ambiente era extraordinariamente competitivo, en términos tanto
académico como intelectual. Estudié con individuos de gran talento tales
como Néstor Guerrero Arias, Romualdo Estévez, Antonio Gómez Zapata,
Miguel Duval Méndez, Santiago Jiménez, y otros, quienes tenían una
tremenda visión del futuro y un enorme afán de estudiar temas que no
necesariamente estaban al alcance de nosotros en esa época. Esa
inquietud de aprender continuó en la UASD con un círculo aún más amplio
de estudiantes de alto espíritu competitivo. De manera que mi inquietud
por estudiar una carrera de la rama energética era prácticamente una
respuesta lógica al círculo en que me desarrollé. Particularmente, mi
fascinación con tecnologías que pudiesen crear enorme cantidad de
energía, como es el caso de la energía nuclear, creció enormemente
durante esa época de mi vida estudiantil.
¿Cuál fue su experiencia?
Excelente. En Leningrado tuve la suerte de ver cosas que sólo podía
ver en libros. Teníamos laboratorios de primera clase, al nivel mundial.
En esos laboratorios podíamos experimentar y confirmar cuestiones
teóricas que solo percibíamos conceptualmente en clases teóricas. Mi
entusiasmo era enorme. Era un “come libros”. Me gradué en el tope
académico de mi promoción, donde fui el único estudiante extranjero y de
color, siendo el resto de nuestra clase rusos, judíos rusos,
bielorrusos, y ucranianos, fundamentalmente. Disfruté esa experiencia a
plenitud. Después que emigré a Estados Unidos hice cursos de avance
profesional y recalificación en la Universidad de Delaware, en el
Electric Power Research Institute (EPRI) y el Institute of Nuclear Power
Operators (INPO).
¿Fue chocante esa nueva cultura y métodos de estudios?
No, no fue un “choque”. Sabía lo que quería hacer y me adapté a mi
nuevo ambiente y a mis nuevos retos casi sin darme cuenta. Eran días
largos, asistiendo a clases seis días a la semana y con muy poco tiempo
para hacer mis cosas, pues la carga académica era tremenda. La
competencia entre estudiantes era feroz, pero me encantaba ver mi nombre
y mi foto colgada en lugares de excelencia académica. ¿Cosas de ego?
Quizás, pero eso era una de las cosas que más me motivaba siendo un
dominicano en un país extraño.
¿Cómo fue a parar a EE.UU.?
La mayoría de mis hermanos y hermanas empezaron a emigrar para EE.UU.
desde 1981. Recibí una invitación para enseñar Teoría Electromagnética,
en una Universidad en San Juan, Puerto Rico, y decidí aceptarla a fines
de 1990. Eso no funcionó como esperaba y empecé a trabajar en una
empresa de reconstrucción y rediseño de motores, generadores y
transformadores eléctricos. Ese fue el año en que un gran número de
profesionales dominicanos decidieron emigrar a otras tierras, cuando las
condiciones socioeconómicas en la nación dominicana sufrieron un rápido
deterioro.
¿Qué hace y para qué sirve?
Trabajo para la división nuclear de la compañía FirstEnergy. Tenemos
una capacidad total instalada de 20,000 MW y la división a la que
pertenezco es responsable del 18% de esa generación. Generamos
electricidad en tres instalaciones nucleares en los estados de Ohio y
Pensilvania. Nuestras unidades individuales pasan de 900 MW eléctricos
cada una. Mi posición corporativa es de Ingeniero Principal, nuclear, y
mi responsabilidad abarca todos los aspectos técnicos del diseño,
selección y operación de los equipos que tengan que ver con la
generación eléctrica y los equipos relacionados con la seguridad de los
reactores nucleares de las plantas. Soy también el “chairman” de
investigaciones del capítulo de Transformadores y Equipos de
Subestaciones para centrales nucleares y del capítulo de Power Cables
para centrales nucleares del “Electric Power Research Institute. También
represento a la división nuclear de FirstEnergy en los capítulos
nucleares del Institute of Electric and Electronic Engineers, el cual es
responsable de la redacción y publicación de estándares y guías para
diseño, selección y explotación de máquinas eléctricas de uso en todo el
mundo.
¿Qué determinó que se radicara en EE.UU.?
Nunca imaginé que mi vida tomaría esa ruta hasta que Joaquín Balaguer
llegó de nuevo al poder en 1986 y el deterioro de la nación se acentuó
de una manera casi catastrófica. Además de ser profesor en tres
universidades de la capital dominicana, trabajaba en la CDE, en el
departamento de Desarrollo Hidroeléctrico. Fui cancelado e
inmediatamente me asocié con otro ingeniero y formamos una compañía de
servicios. Fue un buen negocio, pues eran los tiempos de largos apagones
y nos dedicábamos a la venta e instalación de unidades de generación de
emergencia. Las zonas francas estaban en crecimiento y conseguimos
varios contratos de diseño e instalación de maquinarias para esas
empresas. De manera que, si bien había trabajo, uno veía que lo único
que a le quedaba era el cansancio. Por otra parte, estaba la inquietud
de querer trabajar en lo que por tanto tiempo fui entrenado y no veía la
más remota posibilidad de que eso ocurriera en República Dominicana.
Por eso, cuando se presentó la oportunidad de trabajar en una
universidad en Puerto Rico, no fue difícil decidirme.
¿Alguna vez sintió discriminación por ser egresado de la URSS?
Yo diría que sí. Irónicamente, eso sólo ocurrió en RD cuando llegué
en el año 1981. Visité casi 80 empresas entre gubernamentales y privadas
y pasé casi seis meses sin encontrar empleo. Cuando presentaba mi
resumen, en el que decía “graduado de la Unión Soviética”, la respuesta
era “te dejaremos saber” y la plaza se la daban a otro. Eso cambió
cuando fui entrevistado por una de las personas de mayor talento y
visión en RD: el ingeniero Marcelo Jorge, entonces director de
Desarrollo Hidroeléctrico de la CDE. En esa época, bajo su dirección, se
formó un núcleo de ingeniería altamente capacitado y talentoso. Me
siento orgulloso de haber colaborado con los ingenieros Fernando
Luciano, Romer Cuello, Edel Uribe, Miguel Sosa, Cecilio Matos, Nilson
Pérez, la arquitecta Teresa Mejía, y otros. Esos distinguidos
profesionales sabían lo que debía hacerse en materia energética en RD.
¿Cuál es su reflexión acerca de esos años?
Ha sido una ardua trayectoria. Pienso que tomé la mejor decisión que
se me presentó, dadas las circunstancias en que esas decisiones fueron
adoptadas. Me alegro enormemente de haber llegado a donde he llegado,
cuando miro hacia atrás y hago un inventario de las cosas que perdí y
las que gané. Han sido años de intenso trabajo y cada día más me
convenzo de que hasta en el diccionario la palabra “suerte” se encuentra
después de la palabra “esfuerzo”. De manera que hay que esforzarse
primero; que la “suerte”, con comillas, algún día llegará…
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