SANTO DOMINGO. No pasa un mes sin que sucedan, por lo menos, tres accidentes que involucren exceso de velocidad
Foto de donde ocurio el acidende |
Con el más reciente accidente ocurrido
la noche del viernes entre las calles Ramón Santana y Elvira de Mendoza,
los residentes en la Zona Universitaria claman de las autoridades la
intervención, ya que a juicio de los consultados "estas calles parecen
pistas de la Fórmula Uno".
El accidente al que hacemos referencia fue el ocurrido entre una de las guaguas del transporte público, dos vehículos privados y una residencia en la zona.
Según María Gómez, a quien se le fracturó el brazo izquierdo en el choque, cuenta que el conductor del autobús viajaba a más de 100 kilómetros por hora y al llegar a la esquina entre las calles Ramón Santana y Elvira de Mendoza no tuvo tiempo de esquivar un carro que venía en dirección Sur, colisionando de manera estrepitosa.
Prosigue, "después que chocamos con el carro, la guagua se metió de lleno en una de las casas que hace esquina con esas calles y al salir disparada por el cristal, desperté al otro día con un brazo roto y varias lesiones en el cuerpo".
Juan Barros, hijo de la propietaria de la casa afectada, precisó que el vehículo viajaba a una velocidad tan alta que al chocar con el otro carro, atravesó una pared de roca coralina, tumbo la verja, destruyó el tendido eléctrico y se detuvo después de estrellarse contra uno de los automóviles familiares que estaba en la marquesina.
Barros detalla que las pérdidas del hogar sobrepasan los 500 mil pesos, sin contar que el vehículo marca Nissan Tiida de 2005 quedó irreconocible.
Al momento del accidente, también un bebé de cinco meses salió disparado por la ventana frontal y todavía su condición de salud es delicada.
La conductora del otro vehículo, según los vecinos, es una maestra de la Universidad Autónoma de Santo Domingo, quien se encuentra ingresada en el Centro Médico Dominico-Cubano con fracturas severas.
Lo que despertó la ira de la multitud fue que al momento del incidente el conductor emprendió la huida y minutos después llegaron decenas de choferes de la misma ruta con piedras y machetes a enfrentarse contra los vecinos que protestaron por el abuso.
Más tarde, narra la vecina Carolina Guerrero, llegó un hombre con agentes de la Autoridad Metropolitana del Transporte, sacaron la guagua sin hablar con nadie y se fueron.
Guerrero recuerda que en los últimos tres años al menos dos personas han fallecido atropelladas por guaguas en similar condiciones y a un menor de edad tuvieron que amputarle una pierna.
El autobús del que se hace mención, según el cristal frontal que dejaron tirado en el suelo, pertenece a la Ruta 102 Expreso de San Luis, Santo Domingo Este, de placa I016098.
Todos los entrevistados coinciden en que ya esa zona, que antes era conocida por la tranquilidad de sus calles, ha dejado de ser lo que era para convertirse en un autódromo de los choferes del transporte público.
Datos suministrados por los mismos vecinos dan cuenta de que no pasa un mes sin que sucedan, por lo menos, tres accidentes que involucren exceso de velocidad, ya sea del transporte público o privado.
El accidente al que hacemos referencia fue el ocurrido entre una de las guaguas del transporte público, dos vehículos privados y una residencia en la zona.
Según María Gómez, a quien se le fracturó el brazo izquierdo en el choque, cuenta que el conductor del autobús viajaba a más de 100 kilómetros por hora y al llegar a la esquina entre las calles Ramón Santana y Elvira de Mendoza no tuvo tiempo de esquivar un carro que venía en dirección Sur, colisionando de manera estrepitosa.
Prosigue, "después que chocamos con el carro, la guagua se metió de lleno en una de las casas que hace esquina con esas calles y al salir disparada por el cristal, desperté al otro día con un brazo roto y varias lesiones en el cuerpo".
Juan Barros, hijo de la propietaria de la casa afectada, precisó que el vehículo viajaba a una velocidad tan alta que al chocar con el otro carro, atravesó una pared de roca coralina, tumbo la verja, destruyó el tendido eléctrico y se detuvo después de estrellarse contra uno de los automóviles familiares que estaba en la marquesina.
Barros detalla que las pérdidas del hogar sobrepasan los 500 mil pesos, sin contar que el vehículo marca Nissan Tiida de 2005 quedó irreconocible.
Al momento del accidente, también un bebé de cinco meses salió disparado por la ventana frontal y todavía su condición de salud es delicada.
La conductora del otro vehículo, según los vecinos, es una maestra de la Universidad Autónoma de Santo Domingo, quien se encuentra ingresada en el Centro Médico Dominico-Cubano con fracturas severas.
Lo que despertó la ira de la multitud fue que al momento del incidente el conductor emprendió la huida y minutos después llegaron decenas de choferes de la misma ruta con piedras y machetes a enfrentarse contra los vecinos que protestaron por el abuso.
Más tarde, narra la vecina Carolina Guerrero, llegó un hombre con agentes de la Autoridad Metropolitana del Transporte, sacaron la guagua sin hablar con nadie y se fueron.
Guerrero recuerda que en los últimos tres años al menos dos personas han fallecido atropelladas por guaguas en similar condiciones y a un menor de edad tuvieron que amputarle una pierna.
El autobús del que se hace mención, según el cristal frontal que dejaron tirado en el suelo, pertenece a la Ruta 102 Expreso de San Luis, Santo Domingo Este, de placa I016098.
Todos los entrevistados coinciden en que ya esa zona, que antes era conocida por la tranquilidad de sus calles, ha dejado de ser lo que era para convertirse en un autódromo de los choferes del transporte público.
Datos suministrados por los mismos vecinos dan cuenta de que no pasa un mes sin que sucedan, por lo menos, tres accidentes que involucren exceso de velocidad, ya sea del transporte público o privado.
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